En el año el año 1998 participé en la Primera Cumbre de Presidentes del Cortes y Tribunales Supremos de Justicia de Iberoamérica, celebrada en la ciudad de Caracas, Venezuela, la cual fue inaugurada por la presidenta de esa Corte, la magistrada Cecilia Sosa y con la presencia del presidente de la República, Rafael Caldera, cuya apertura se llevó a cabo con la interpretación del himno nacional de Venezuela, a cargo del Poder Judicial de ese país.
Meses después de regresar al país le participo al Dr. Ricardo Gómez, quien ocupaba la posición de Encargado de Inspectoría Judicial, la idea de crear en nuestro país un coro a lo interno del Poder Judicial, llevándome la sorpresa de que él era integrante del Coro de la Catedral de Santo Domingo, con lo que inmediatamente se entusiasmó con la idea. Le encargué que hiciera los contactos de lugar y comenzó de inmediato los trabajos de reclutamiento para la agrupación. Poco tiempo después me dijo que debíamos comenzar con la designación de un director, recomendándome a un joven guitarrista clásico llamado Rafael Scarfullery Sosa, con quien luego de entrevistarme me manifestó su interés en el proyecto. Ya con todos los cabos atados presenté la propuesta al pleno de la Suprema Corte de Justicia y se dispuso la creación del Coro del Poder Judicial y la designación de Rafael Scarfullery y del propio Dr. Gómez, Director Administrativo. Oficialmente el Coro del Poder Judicial Dominicano fue fundado el 12 de mayo de 1999.
Inmediatamente comenzaron las audiciones, y luego de completado el número requerido se hicieron múltiples ensayos, presionados por la promesa que me hicieran que para el segundo año de la instalación de la Suprema Corte de Justicia, designada el 3 de agosto de 1997 esa masa coral haría su presentación al público. Efectivamente, el 3 de agosto de 1999 hizo su debut en el Auditorio de la Casa San Pablo el Coro del Poder Judicial Dominicano.
Desde sus inicios ese coro se constituyó en un verdadero acontecimiento cultural para nuestro país. Pero yo sentía que todavía al ese poder del Estado le faltaba algo. Ya antes habíamos adoptado una Bandera del Poder Judicial, cuyo diseño estuvo a cargo del magistrado Julio Genaro Campillo Pérez, y enarbolada por primera vez el 23 de febrero de 1998, pero sentía que nos faltaba algo más. De ahí es que presenté una propuesta al Pleno de la corte para que se llamara a un concurso público para escoger las letras y música del Himno del Poder Judicial Dominicano, para lo cual se designó un jurado integrado por reputados músicos de nuestro país, como Aída Bonnelly, Luis Frías Sandoval, François Bahuaud, Almanzor González Canahuate, Aura Marina del Rosario Ceballos. Luego de una ardua y desinteresada labor ese jurado escogió como ganador la composición presentada por Rafael Scarfullery Sosa.
El jurado designado decidió dar a conocer al ganador del concurso para escoger el Himno del Poder Judicial Dominicano, para lo cual se celebró un acto, con la presencia del todos los jueces de la Suprema Corte de Justicia, llevado a cabo en el lobby de la segunda planta de la sede anterior, en fecha 4 de septiembre de 2001. Hoy quiero dar a conocer a mis seguidores las palabras que pronunciara en esa ocasión, que son las siguientes.
La primera vez que se interpretó en público el Himno del Poder Judicial lo hizo el Coro del Poder Judicial, bajo la dirección de su director y del autor de sus letras y arreglo musical del maestro Rafael Solano, el 7 de diciembre de 2001, conjuntamente con un escogido repertorio de canciones dominicanas, en un concierto denominado “Voces de la Justicia”, actividad que se efectuó en el Auditorio de la Casa San Pablo.
Todo himno encierra un homenaje, una declaración y un compromiso. Porque un himno siempre está destinado a enaltecer y destacar los valores de un grupo humano, de una sociedad, o de un quehacer que se considera fundamental para la vida de los que escogen la música y la letra como una vía de honrar aquello en lo que creen. Desde los tiempos más antiguos, los himnos fueron el canto a los dioses, la alabanza que buscaba la bendición del poder que manejaba la naturaleza.
Los sumerios, tres milenios antes de Cristo, entonaron ya su canto para conmemorar las cosechas que le ofrecía la diosa de la agricultura que habitaba los espacios de los ríos Tigris y Eufrates, en las tierras que luego fueron ocupadas por asirios y babilonios. Himno y poesía se mezclaban, la música se enlazaba con la palabra para hacer más beneficioso el aporte de las divinidades, y los himnos fueron, además de cánticos, oraciones.
Llamados que enaltecían la memoria de los pueblos, y que ponían a los mismos frente a sus deberes y tradiciones. Así, se recuerda que en las guerras del período bélico de la Grecia antigua, Tirteo, marchaba frente a las tropas espartanas animando con su canto a los guerreros.
El hombre canta a sus dioses, a sus gentes, a su propia historia, porque todo canto es la resultante de un saber que quiere perpetuarse en homenaje, y es la voz humana – porque sin voces los himnos están mudos o lo serían – la que hace posible que el himno alcance el corazón de la gente.
Tales razones se apuntan en los heróicos cantos guerreros de todas las épocas, en las improntas dejadas por la leyenda de todos los tiempos, en donde la voz, como instrumento perfecto, se anuda con la palabra para lograr los efectos que conducen al orgullo de ver lo cantado como una forma elevada de la misma cultura.
Los himnos han sido, en la historia antigua y reciente, fuente de animación y cantos a la gloria de los pueblos y de las instituciones. El himno es la poesía de lo que debe permanecer por encima de tiempos y momentos pasajeros. Fama tienen la Marsellesa de Francia, bajo cuyo rubro el país que inauguró con hechos y con cambios sociales preclaros, proclamó y llevó a cabo la primera revolución orientada a consolidar los derechos del hombre, y fama posee aquel himno casi nacional de los italianos tomado del Tabuco, de Giusseppe Verdi, que se canta como una respuesta a lo que fuera una sociedad en crisis. El Va Pensiero sale de una ópera y se torna himno, como la danza La Borinqueña, himno nacional de Puerto Rico, nace del venero de la música popular; se diría lo mismo del Himno Nacional de los Estados Unidos de América, canción religiosa, himno religioso de estirpe protestante, que representa parte de la historia democrática del hermano país.
Un himno, es por tanto, más que un homenaje, también una expresión de identidad. Se canta porque el corazón pide el canto. José Reyes y Emilio Prud’homme así lo sintieron cuando luego de casi un siglo compusieron el que fuera nuestro definitivo Himno Nacional; himno y nación, himnos y pueblos se entrelazan durante siglos desde que el hombre transformó la palabra hablada en tonada, desde que aprendió a decir musicalmente lo que el idioma, la lengua, aún fuera digna y fina, no podía decir sin acompañamiento de la melodía que el alma exige para que lo dicho llegue más profundamente al alma.
La Suprema Corte de Justicia ha considerado, bajo estos parámetros, que le hacía falta un himno, una canción casi de compromiso que perennizara la verdad de la justicia, la perenne y ecuánime condición de la misma como balanza de la conducta humana. Por tales razones, hoy, y en estos momentos nos sentimos sumamente complacidos con los resultados de este concurso que no supone uno de los actos más bellos que hemos organizado, sino el que más, un acto dedicado a honrar la profesión de todos cuantos consideramos que hacer justicia tiene dejos de gracia divina; si es que somos honestos y pensamos que se nos ha puesto en las manos una pequeña parte de la acción con la que la eternidad un día juzgará a los que vivimos en este mundo pasajero, del cual, como jueces y creyentes de la ley, deberemos llevarnos la satisfacción de haber cumplido un deber de honda humanidad.
Con la decisión del jurado tenemos un ganador, al que felicitamos. Más de treinta concursantes enviaron sus obras a este certamen. Distinguidos maestros de la música nacional como doña Aida Bonelly, consagrada pianista, escritora y creadora; don Luis Frías Sandoval, uno de los grandes creadores de coros en nuestro país; don Françoise Bauhad, de larga trayectoria magisterial en el arte de la música; el profesor Almanzor González Canahuate, jurista y músico sinfónico destacado, y doña Aura Marina del Rosario Ceballos, profesora de generaciones, compositora y destacada personalidad de nuestro acervo musical. Distinguidos maestros, repito, colaboraron como jurados de alta calidad para la selección de la pieza ganadora.
Con este acto la Suprema Corte de Justicia, sus miembros y la Judicatura Nacional en pleno, celebran un jubiloso acontecimiento.
Cantemos, porque el canto nos llena de esperanza, porque cantar es un don que el hombre ha inventado y plasmado en voz y pentagrama para que la música y la palabra naveguen siempre juntas cuando de amor, solidaridad y respeto al deber se trata.
Gracias.
Jorge A. Subero Isa

 

 

 

 

 

 

 

2 respuestas

  1. Estimado Magistrado, para mí como servidora judicial e integrante del Coro del Poder Judicial ha sido muy grato leer tan hermosas palabras de usted quien ha sido nuestro mentor. Además de conocer la historia del Himno del Poder Judicial, el cual impactó directamente hacia la creación de nuestro coro.
    El Coro del Poder Judicial, del cual usted ha sido mentor y por más fundador, hoy en día se ha convertido en una respetada y reconocida Institución Coral de la Republica Dominicana, a través de la cual hemos interpretado piezas musicales de gran envergadura, desde el Gloria de John Ruter, la 9na Sinfonía de Ludwig Van Beethoven hasta la reciente participación en la interpretación de Carmina Burana de Karl Of entre otras. Actualmente nos preparamos para participar en el Festival de la Música de Santo Domingo, Auspiciado por la Fundación Sinfonía.
    He aquí sus frutos, lo que en principio fue un pequeño coro, paso a paso va escalando peldaños, perfeccionándose cada día. Hoy en día somos una destacada masa coral.
    Mis palabras van encaminadas a expresarle la satisfacción personal que me brinda ser miembro del Coro del Poder Judicial, el cual usted instituyó. Además del enriquecimiento cultural que me aporta, está el aporte cultural que le hacemos a nuestra sociedad, la oportunidad de relacionarnos con gente de otros coros, en mi caso, la oportunidad de conocer gente buena y maravillosa como lo son todos mis queridos compañeros. Pertenecer a este coro significa mucho para mí, porque he descubierto lo bonita que es la música, me brinda la oportunidad de utilizar un don que el señor me ha dado, para su gloria y honra.
    Casi siete años siendo parte de lo que se ha convertido en uno de mis más apreciados tesoros. El Coro Del Poder Judicial, al cual me siento orgullosa de pertenecer, ha sido una de las mejores experiencias de mi vida, me ha dado la oportunidad de cantar en el mejor escenario de mi país, me da la satisfacción de sentirme orgullosa de mí misma por haber aprendido a cantar… y a la vez, orgullosa de todo el coro en general, por cantar tan bien al unísono y afinar tan bien en conjunto… En cada actuación, en cada viaje a las diferentes dependencias del Poder Judicial en cada provincia que anualmente visitamos, llevando a los servidores judiciales de cada una de sus dependencias un mensaje de amor y esperanza y de alegría.
    Este hermoso trabajo me motiva hacia una tarea, la de cantar, que exige grandes dosis de esfuerzo, de constancia, de responsabilidad, para mí el cantar se ha convertido más que una labor que me llena de satisfacciones.
    Todos estos objetivos se traducen en el día a día de los ensayos, en los variados y bien escogidos repertorios por parte de nuestro querido Maestro Elio Enai Medina, quien nos ayuda a vivenciar de una forma directa la riqueza de hacer música juntos, quien nos ayuda a encontrar la fórmula y equilibrio perfecto para cantar con confianza, quien nos convoca a compartir, la alegría, y por demás el trabajo serio, el cual ve sus frutos en la realización de cada concierto.

    Gracias por su maravillosa iniciativa. Dios le bendiga.

    Soribel Mendez Sanchez, soprano.

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