Estimados graduandos y asistentes en general: Agradezco profundamente el honor que me confiere el colegio Lux Mundi para que en mi condición de abuelo pronuncie unas palabras en este significativo acto.
No vengo a hablarles de tecnología, inteligencia artificial, robótica ni de carreteras y edificios inteligentes, de eso, debido a la brecha generacional, ustedes saben más que yo. Pero sí debo decirles que nosotros los viejos tenemos una ventaja sobre los jóvenes y es que en un tiempo nosotros fuimos jóvenes y ustedes todavía no han sido viejos. No se llega a viejo sin antes haber sido joven; de la misma manera que todo debe comenzar de abajo hacia arriba; lo único que se hace de arriba hacia abajo es un hoyo. Muchos han fracasado en su vida haciendo las cosas de arriba hacia abajo. ¡Un edificio sin una buena zapata tiende a colapsar!
Todos aspiramos a vivir en un país mejor. Pero para lograr ese propósito se requiere de buenos ciudadanos y esto no se obtiene sin una buena educación, la cual depende en gran medida de las enseñanzas que recibamos en la familia.
No todos saben que constitucionalmente la familia es el fundamento de la sociedad y el espacio básico para el desarrollo integral de las personas, y que ella es la responsable de la educación de sus integrantes y tiene derecho a escoger el tipo de educación de sus hijos menores. Creo que en las escuelas nos instruyen, pero el núcleo principal de la educación lo constituye la familia. Reitero, sin una buena familia jamás tendremos una buena educación y sin una buena educación nunca tendremos buenos ciudadanos, y sin buenos ciudadanos jamás tendríamos un mejor país. Todos estos elementos constituyen la sociedad, la cual solamente será mejor en la medida en que nuestra educación sea mejor.
“Jóvenes amigos, dulce esperanza de la patria mía”, como decía el patricio Juan Pablo Duarte, hoy ustedes culminan una etapa de su vida y dan un paso al frente para emprender una carrera donde encontrarán múltiples obstáculos; su misión es vencerlos y ver en ellos la oportunidad de desarrollarse como seres humanos. En muchas ocasiones añorarán los mimos y caricias de sus padres y demás familiares y pasarán de recibirlos a darlos. Hoy como nunca se les presentan oportunidades que no existían cuando sus padres tenían sus edades. ¡El éxito está en actuar con astucia y perseverancia!
Astucia
Un ejemplo de astucia lo encontramos en Scherezade, aquella del cuento Las mil y una noches, quien luego de aceptar ser esposa del sultán y a sabiendas de que al otro día sería decapitada, usó como estrategia contarle un cuento que cada noche aplazaba su lectura hasta el día siguiente, y tardó tanto tiempo en acabarlo que cuando terminó el sultán se enamoró de ella y le perdonó la vida. O tal vez aquella otra historia de Penélope que ante la ausencia de su esposo, que en griego se llamaba Odiseo y en latín Ulises, que estaba peleando en la guerra de Troya, tenía muchos pretendientes, quienes le decían que él no volvería y ella les decía que se casaría nuevamente cuando terminara una manta que estaba tejiendo. Esperanzada en el regreso de su esposo, recurrió a la argucia de pasar el día entero tejiendo, pero en la noche deshacía lo que había tejido, todo con la finalidad de no terminar la manta. Su estrategia le dio resultado, pues su esposo regresó sano y salvo de la guerra, matando a los pretendientes de Penélope.
Perseverancia
Un ejemplo de perseverancia es el relato del viejo monje benedictino cuya labor era copiar libros y que al escuchar que se había inventado un aparato llamado imprenta para hacer el trabajo que él realizaba, se planteó dos opciones: o se retiraba a su casa y moría pasivamente, o aprendía el oficio con el nuevo aparato que era la imprenta. Decidió ser impresor y no morir en su casa.
O tal el de aquel profesional exitoso en su pueblo, hijo del rey, que se vio obligado a emigrar a otra aldea donde no existían profesionales, sino personas con diferentes oficios y cuando pregunta dónde podía ejercer su profesión le decían que tenía que aprender un oficio. Nuestro personaje tuvo que huir del reinado de su padre y llegado a una ciudad pasó por la tienda de un sastre, quien lo invitó a sentarse. Luego le dio de comer y beber y pasaron la noche conversando. Le cedió un rincón de la tienda para que durmiese, permaneciendo allí por tres días. Al transcurrir ese tiempo el sastre le preguntó: “¿Sabes algún oficio para ganarte la vida?” Y el hijo del rey le contestó: ¡Ya lo creo! Soy un gran jurisconsulto, un maestro reconocido en ciencias, y además sé leer y contar,” pero el sastre le replicó “Hijo mío, nada de eso es oficio. Vamos, no hay que afligirse. Coge una cuerda y un hacha y trabaja de leñador”. El hijo del rey se fue con los leñadores, y terminado su trabajo, se fue a la ciudad con una carga de leña que vendió por medio dinar. Compró comida, guardó cuidadosamente el resto y siguió trabajando de ese modo.
Lo que va a determinar el comportamiento y la conducta de una persona es la manera de cómo lograr sus propósitos. No es pecaminoso tener aspiraciones, lo pecaminoso son las vías que se utilizan para lograr el objetivo aspirado. Usted no nace con un techo de aspiraciones. Usted construye su propio techo, dándole la altura que usted considere.
Desde joven usted tiene que diseñar su mapa mental de hacia dónde pretende ir.
El escultor del bloque de granito
Lo que mejor refleja lo que expresamos es el relato del escultor de un bloque de granito que estando en plena faena recibió la visita de un niño y éste le preguntó qué estaba buscando y el escultor le dijo espera y verás. Luego de varios días el niño volvió y encontró que el escultor había esculpido un hermoso caballo del bloque de granito. El niño sorprendido le preguntó ¿cómo supiste que el caballo estaba ahí dentro del bloque de granito? Lógicamente, el escultor había visto la forma del caballo en el bloque de granito, mucho antes de esculpirlo[1].
Amigos, nunca como ahora el mundo ha sido tan promisorio para los jóvenes. Estén atentos a las oportunidades. No las dejen pasar desapercibidas. Sin embargo, quiero recordarles un pensamiento de un viejo abogado español que decía que la rectitud de conciencia es mil veces más importante que el tesoro de los conocimientos. Sin importar la profesión u oficio a que se dediquen, actúen siempre dentro del marco de la ley, con decencia, honestidad, honradez, lealtad y buena fe.
¡Felicidades!, ¡Éxitos en esta nueva etapa de sus vidas!
Gracias,
Dr. Jorge A. Subero Isa
22 de junio de 2023.
[1] Gaarder, Jostein, El mundo de Sofía, p. 132