-A todas las mujeres del mundo, especialmente a las dominicanas-
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“Es evidente que el hombre puede llegar a ser plenamente hombre sólo si reconoce a la mujer en paridad de rango y de valor y si se deja inspirar por ella. Esto se hace realidad sólo cuando él integra en sí a la mujer, cuando él entra en contacto con su “anima”, tal como Jung designaba la parte femenina del alma masculina”
(Padre Anselm Grüm)
Hoy, 8 de marzo, se celebra el Día Internacional de la Mujer, pero esa sola proclamación no ha contribuido a mejorar las condiciones en que la mujer desarrolla sus actividades en sociedades donde predomina la cultura del machismo, el que no solamente es aprendida, sino además enseñada en nuestros hogares.
Estaba cavilando sobre el tema que debería escoger para este día tan especial, no por el día en sí, sino por el ser a quien está dedicado: la mujer. Mucho se ha escrito sobre ella; muchas tintas derramadas, como lágrimas han brotado de sus ojos, unas veces por la pena del hijo u otro ser querido y otras veces por el maltrato de uno o del otro. Pero sobre todas las cosas por el maltrato de una sociedad que se muestra indolente hacia su dolor.
Me encontraba en ese proceso de cavilación cuando Dios me iluminó y me condujo a mi estantería de libros de lectura no usual, y como si buscara en el “Cementerio de los libros olvidados” a que hace referencia Carlos Ruiz Zafón en tres de sus magníficas novelas, algunas de las cuales en alguna ocasión será objeto de mis comentarios, encontré uno que por la tarjeta de envío me lo regaló en las Navidades de 2008 mi apreciada ex alumna y actual directora de la Oficina Nacional de la Defensa Pública, la Dra. Laura Hernández Román. Allí estaba esperándome, pasivamente, para facilitarme posiblemente una tercera o cuarta lectura de sus páginas rayadas y subrayadas, como ha sido mi manía desde los lejanos años de mi adolescencia. En el contenido de Luchar y Amar, cuyo autor es el monje benedictino, Padre Anselm Grüm, encontré la manera de recordar que hoy en ocasión del Día Internacional de la Mujer ella necesita mejor trato y mejores condiciones de vida y oportunidades.
Lo que pretendo es tomar algunas consideraciones contenidas en la referida obra para tratar los puntos que nos interesan, pero siempre bajo el entendido de que todos los conceptos, consideraciones y opiniones son de su autor, salvo donde yo proceda a realizar la digresión correspondiente.
De la costilla de Adán, Dios crea a una mujer y de ella dice Adán “Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne”. Es llamada mujer porque del varón ha sido tomada. Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne. Estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, pero no se avergonzaban el uno del otro. No tienen que esconderse el uno del otro, y no necesitan llevar a cabo juegos de poder, o imponerse sobre el otro o inculpar al otro. Pero esa situación de armonía no dura demasiado. Todo comienza a tornarse diferente cuando la serpiente insta a Eva a comer de los frutos que Dios les había prohibido. Eva lo tomó y comió y dio también de comer a su marido, quien lo aceptó. Fue entonces cuando se dieron cuenta de que estaban desnudos y cosiendo hojas de higuera se hicieron unos ceñidores.
Adán y Eva oyeron el ruido de los pasos de Dios que se paseaba por entre los árboles del jardín y ambos se ocultaron de la vista del Señor. Entonces Dios pregunta a Adán “¿Dónde estás?” y éste responde: “Te oí andar por el jardín y tuve miedo, porque estoy desnudo; por eso me escondí”. Adán tiene miedo de presentarse ante Dios tal como es. Se esconde de Dios, porque a los hombres les cuesta soportar la propia verdad y mostrársela a Dios. Prefieren esconderse detrás de su fachada. La pregunta que de Dios es hoy más actual que nunca. Cada hombre debería dejarse interpelar por Dios: ¿Dónde estás? ¿Estás plenamente contigo mismo? Eres realmente tú mismo? ¿Dónde estás con tus pensamientos? ¿Puedes soportarte tal como eres? Sólo el que se hace esas preguntas puede llegar a ser hombre. Sólo cuando me atreva a permanecer en pie con mi desnudez, a aceptarme tal como soy –desgarrado, fuerte y débil, pasional y a la vez cobarde y esquivo-, sólo entonces maduraré en cuanto hombre.
Cuando Dios pregunta a Adán si ha comido del árbol prohibido, este echa la culpa a Eva: “La mujer que me diste como compañera me dio del árbol y comí” (Gén 3,12). También esta particularidad es característica de muchos hombres. No admiten la propia culpabilidad y la arrojan sobre los demás. Adán echa la culpa en última instancia al mismo Dios, pues él ha sido quien le ha dado a su mujer. De su parte Adán no puede hacer nada. Se niega a asumir cualquier responsabilidad respecto a su acción. El hombre suspira por la mujer. Pero evidentemente lleva también dentro de sí una parte que siente temor ante ella. Por eso le echa la culpa cuando algo no sale bien. El hombre siente atracción por la mujer. Es una sola cosa con ella cuando con ella se hace una sola carne. Pero experimenta a la vez una ruptura interior en su relación con ella, y esta ruptura le lleva a acusar a la mujer.
Según el Padre Grüm en esa breve narración resuena ya la larga historia de la lucha de sexos, que recorre los siglos. Fascinación y acusación se entrecruzan; luchas de poder, heridas y miedos impregnan la relación entre hombre y mujer.
En la solapa derecha de la edición del referido libro que poseo se lee un pensamiento del mismo monje benedictino que dice así: “No se trata de que tú lo hagas todo perfecto, sino de que te atrevas a vivir la vida. No escondas tus errores, sino aprende de ellos. Si luchas, una y otra vez quedarás herido. No hagas caso omiso de tus heridas. Forman parte de tu camino. Ellas te capacitan precisamente para amar, pues no hay ningún amor sin heridas. Entra en contacto con tu fuerza masculina, con tu agresividad, con tu sexualidad, con tu disciplina, pero también con tus pasiones. Ellas te preservarán de una vida aburrida. Lucha contra todo lo que te estorba en la vida. Lucha por los hombres y por su vida. Entrégate con todo lo que tienes a tu disposición. Encontrarás entonces gusto a tu masculinidad”.
Hoy, Día Internacional de la Mujer, no basta que nuestra Constitución establezca que la mujer y el hombre son iguales ante la ley; que se prohíbe cualquier acto que tenga como objetivo o resultado menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio en condiciones de igualdad de los derechos fundamentes de mujeres y hombres, y que se promoverán las medidas necesarias para garantizar la erradicación de las desigualdades y la discriminación de género; que el Estado tenga la obligación de promover y garantizar la participación equilibrada de mujeres y hombres en las candidaturas a los cargos de elección popular para las instancias de dirección y decisión en el ámbito público, en la administración de justicia y en los organismos de control del Estado; que se condene la violencia intrafamiliar y de género en cualquiera de sus formas y que prevea garantizar mediante ley la adopción de medidas necesarias para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer; que la maternidad, sin importar la condición social o estado civil de la mujer, gozará de la protección de los poderes públicos y genere derecho a la asistencia oficial en caso de desamparo.
Además de esas previsiones constitucionales se requiere que las mismas se conviertan en realidad. Que las mujeres sean realmente colocadas en un plano de igualdad con respecto a los hombres. Pero sobre todas las cosas que las mujeres aprendan a ejercer los derechos que nuestra Constitución y leyes adjetivas consagran a su favor. Si no adquieren conciencia de la importancia de ese ejercicio de nada sirven las normas legales, pues una cosa son las previsiones legales y otra es su ejercicio. Pudiera ocurrir lo que sucedió en aquella ciudad donde se produjo la gran cantidad de votos en blanco, a consecuencia de lo cual se decretó el estado de emergencia, pero pasó desapercibido por sus habitantes pues no estaban acostumbrados a ejercer los derechos que en su favor consagraban las leyes.
Considero que por más disposiciones legales que existan a favor de la mujer sus derechos jamás podrán ser protegidos efectivamente sin el concurso de la conciencia de los hombres en la sociedad en lo que concierne al respeto hacia ellas. Ya está bueno de que los hombres encubramos nuestra propia irresponsabilidad atribuyéndole toda la culpa a la mujer: si las violan es porque promovieron el morbo; si las maltratan es porque no respetaban al marido o compañero; si pasan hambre es porque no trabajan; si no estudian es porque no quieren; si los hijos son malcriados la culpa es de ellas.
Finalmente, llamo la atención sobre un maltrato silente, pero con voz estruendosa, que se produce contra la mujer y que muchas veces ella misma se convierte en coautora o en cómplice. Me refiero al contenido de las letras de las canciones que ofenden la dignidad de la mujer. Su mejor rechazo es no escuchándolas. Hoy es un buen día para empezar.
¡Seamos hombres! ¡Respetemos a la mujer! ¡Felicidades en tu día! ¡Sin ti no habría Patria!
Dr. Jorge A. Subero Isa
Excelente exposición, describe la realidad social y hasta generacional de la mujer, le felicito doctor Subero Issa, claro esta dicho articulo viene de la calidad de un maestro, hijo de una maestra de la naturaleza: San Jose De Ocoa.
Mi querido, mejor de ahi, no se pudo haber dicho…sin desperdicios! Muy gran verdad a dicho vos en este articulo! Asi es…