En la introducción a la obra Rojo y Negro, cuya edición poseo, se recoge una expresión de Stendhal que decía que todas las mañanas leía una página del Código Civil antes de irse a trabajar, para tener un modelo de claridad expresiva.
Buscando en mi cementerio de los libros olvidados, cuan el personaje  de las  obras de Carlos  Ruiz Zafón,  encontré un libro que recuerdo haber leído en mi adolescencia, lo que motivó a que comenzara a hojearlo, y en la medida que lo hacía me iba entusiasmando, al punto que lo leí completo. Lo escribió Henry Marie Beyle, conocido literariamente como Stendhal, nacido en Grenoble, aquel territorio francés al pie de los Alpes, que posteriormente, el 10 de febrero de 1892, sus jueces dictaran una importante sentencia a propósito de la interpretación del Art. 1394, párrafo 1ro. del Código Civil, sobre la responsabilidad del guardián de la cosa inanimada, que repercutió en la célebre sentencia de la Cámara Civil de la Corte de Casación francesa, de fecha 16 de julio de 1896, que “descubrió” ese artículo del Código Civil.
Stendhal no sentía ninguna simpatía por el pueblo que lo vio nacer, a quien llamó “el innoble estercolero” o “cuartel general de la mezquindad”, según unos autores, y según otros dijo  de su ciudad natal: “Todo lo que recuerda a Grenoble me produce horror. Horror aún es una palabra demasiado noble: me da náuseas”. Esta referencia a su pueblo me pareció mucho, aunque por otros motivos y otras circunstancias a lo expresado por el abogado Derville, en la obra de Balzac El Coronel Chabert: “Usted va á tener ahora el disgusto de conocer todas esas cosas allí, dijo señalando a París; yo me voy á vivir al campo con mi mujer: París me causa horror”.
La obra a la que me refiero es “Rojo y negro”, publicada en el año 1830, años antes que publicara la otra famosa obra del mismo autor “La cartuja de Parma”, que lo fue en 1839. El autor del título bicolor nos retrata la sociedad francesa de la época de la Restauración borbónica.
No voy a comentarles que esa obra trata de la vida, pasión y muerte de Julián Sorel, joven campesino que siendo una especie de monaguillo al servicio del padre Chelan, se aprende de memoria la Biblia, en su versión latina, supongo que la traducción que había realizado San Jerónimo, del hebreo y griego al latín, llamada la vulgata. No relataré del maltrato de que era objeto por parte de su padre en razón de su dedicación a la lectura, principalmente de las Memorias de Santa Elena, de su admiración por Napoleón Bonaparte y de su poca afición al trabajo de carpintero, que era el oficio de su padre y de sus hermanos. Mucho se ha escrito sobre esta magnífica obra.
Tampoco…
… voy relatarles que por sus conocimientos y educación Julián, recomendado por el padre Chelan,  pasó a ocupar la posición de preceptor de los hijos del matrimonio del señor y señora Rênal, enamorándose de esta y a quien ella correspondiera de una manera tal que hizo quebrar su juramento de fidelidad a su marido, entregándose sin ninguno tipo de reservas, a pesar de los demonios que por esa infidelidad se habían desatado en su cabeza, atribuyéndole la enfermedad de su hijo Estanislao Javier  a esa infidelidad.
 … darles a conocer las circunstancias en las cuales ingresó Julián al seminario, y de las peripecias que pasó durante el tiempo que permaneció en ese centro, y de la protección que le ofreció su director,  el abate Pirard.
… de como el protagonista de la obra es recomendado por el abate Pirard para ser secretario en París del marqués de La Mole, donde brinda a su jefe un excelente servicio y se codea con la alta sociedad parisina de la época y de sus bonanzas hasta que llega a enamorarse, y lo logra, de Matilde, la hija del marqués de La Mole y de la marquesa de La Mole,  quien a pesar de su inconsistencia en el amor, queda embarazada, lo que llena de furia al padre de la amada.
… del desencanto de aquel compañero de Julián en su viaje a París, que comenta que abandonaba su vida provinciana, porque a pesar de nunca ocuparse de la política, tenía que huir del retiro que se había procurado luego de irse de París para buscar en el campo las frescuras de los bosques y la tranquilidad, precisamente por causa de la política. Que su desgracia había comenzado cuando quiso dar doscientos o trescientos francos anuales para los pobres, pero se lo pidieron para las asociaciones de carácter religioso, y al negarse comenzaron los insultos. Que hasta el juez de paz, hombre honorable, pero por temor a ser destituido, siempre falló en su contra. 
… las estratagemas a las que recurrió el marqués con la finalidad de salvar el honor de su hija Matilde, mancillado a consecuencia del embarazo de su hija, el cual troncha su posible matrimonio con el noble Croisenois. Y de como a consecuencia de esto Julián adquiere una relevancia social y económica de mucha importancia.
… de la reacción de Julián al enterarse mediante una carta enviada por la señora Rênal, primer amor de Julián y causa de su muerte, al marqués padre de Matilde, lo cual lo lleva en un acto de locura a trasladarse hasta Verrieres y cometer en la iglesia un atentado contra la vida de la señora Rênal a quien no logra matar, pero si herirla en la espalda, lo que lo lleva  a prisión en espera del proceso judicial en su contra.
Pero, tampoco quiero comentarles…
… de la actitud asumida por el padre de Julián, el viejo y desconfiado aserrador, cuando fue a visitar a su hijo en la cárcel y al este manifestarle que tenía algunos ahorros y que el Señor lo había inspirado para que dejara a cada uno de sus hermanos mil francos y el resto a su padre, este le dijo: “De acuerdo; no olvides que ese resto me lo debías; pero, ya que Dios te hizo el favor de tocarte en el corazón, si quieres morir como buen cristiano es necesario que empieces por saldar tus deudas. Todavía están pendientes los gastos de tu educación y alimento, que  yo adelanté y de los cuales nunca te has acordado”.
… de los esfuerzos y tráficos de influencias tanto de Matilde como de la propia víctima, quien le reitera a Julián su amor, así como del empeño del abogado defensor por obtener un descargo de su cliente, siendo en vano todos esos esfuerzos, pues al final Julián es condenado a morir en la guillotina.
… de cuando Julián, tratando de convencer a Matilde de que se case con el señor Croisenois, ella le dice que no sería posible a causa de su deshonra, expresándole él que su crimen, sin el móvil del robo, no tenía nada de deshonroso; que en algún tiempo un legislador consiga la supresión de la pena de muerte, y que entonces en ese momento habrá siempre una voz amiga que dirá: el primer esposo de la señora de La Mole fue un loco, pero no un pillo; que fue absurdo cortar aquella cabeza.
… de cuando el juez somete a Julián al correspondiente interrogatorio y ante su asunción de culpabilidad, declara: “Pero, ¿no se da cuenta que reconozco mi culpabilidad? Vamos mi estimado señor, puede tener la seguridad de que la presa no se le escapará. Tendrá la satisfacción de condenarme. Lo único que le pido es que me ahorre su presencia.
… de cuando el presidente del tribunal que lo juzgaba por atentar contra la vida de su adorada señora Rênal le pregunta a Julián si tenía algo que decir, expresando este: “Señores miembros del jurado: el horror que me inspira el desprecio, y que supuse poder desterrar en el momento de la muerte, me obliga a  hablar. No tengo, señores, el honor de pertenecer a su clase, motivo por el cual sólo ven en mí un modesto campesino que ha tenido el atrevimiento de sublevarse contra la modestia de su suerte”. “No les pediré  ninguna gracia. Tampoco tengo ilusiones vanas; sé muy bien que me espera la muerte y la considero justa. He atentado contra la vida de la mujer más digna de respeto, de todos los homenajes”.
… de cuando en su celda Julián dijo, en una referencia a las visitas constantes de Matilde, que ya les resultaban odiosas,  que la mayor desgracia de la cárcel era la de no poder cerrar la puerta de la celda.
… de como Matilde, una vez guillotinado Julián, y por lo tanto su cuerpo separado de su cabeza, entró en una habitación y encendiendo unas velas colocó la cabeza de su amado sobre una mesa y con pasión besaba en la frente, y luego, mientras un gran número de personas seguía el ataúd con el cuerpo sin cabeza, ella sola, encerrada en un coche, llevaba en sus rodillas la cabeza de Julián, y al quedar sola con el fiel amigo Fouqué una vez sepultado el ataúd,  enterró con sus propias manos la cabeza de quien le hizo perder precisamente la cabeza por amor.
Lo que me anima y  quiero destacar en esta entrada es cómo la influencia política ha cambiado no solamente el curso de la historia, sino también hasta los accidentes geográficos de los pueblos, como lo hizo el alcalde de Verrieres, el  señor Rênal,  esposo de la primera amante de Julián.

Verrieres es una pequeña ciudad francesa cercana a las montañas que separan Francia de Suiza, cuyo alcalde Rênal es el dueño de la fábrica de clavos del pueblo, a la cual debe su bonanza económica. Es un hombre de recio carácter, un poco empequeñecido por su condición de industrial y no de noble, que se caracteriza por su talento de hacerse pagar con la mayor exactitud lo que se le debe, demorando, en cambio todo lo que sea el pago de sus propias deudas. Es el propietario de una hermosa casa que ha sido construida con las ganancias obtenidas en su fábrica de clavos, sobresaliendo un gran jardín, lo que llama la atención porque en ese lugar los terrenos son muy costosos. Parte de ese jardín fue construido en tierra que ocupaba el aserradero del señor Sorel, lo cual para adquirirlo el señor alcalde tuvo que pagar una considerable suma de dinero y doblegar su orgullo ante el propietario de ese aserradero.
Las negociaciones entre el señor Rênal y el señor Sorel fueron muy intensas porque el aserradero utilizaba su fuerza motriz del agua proveniente de un riachuelo que atravesaba el pueblo, y su traslado a otro lugar de la ciudad conllevaría que no se podía utilizar el agua del riachuelo para el funcionamiento del aserradero. El señor alcalde garantizó al viejo propietario del aserradero que eso no sería ningún problema. En efecto, luego de unas exitosas elecciones y la gracia de unos amigos que tenía el señor Rênal en París, logró que el riachuelo público fuera desviado en su curso para que el nuevo aserradero del señor Sorel pudiera beneficiarse de sus aguas para el funcionamiento del mismo.

La actitud del señor alcalde Rênal es muy parecida a muchos políticos contemporáneos, que a fin de obtener beneficios particulares son capaces de desviar hasta el sentido de la historia. 

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