En el momento que pronunciaba mi discurso sobre «El Honor» |
“Juro ante Dios y ante el pueblo, por la Patria y por mi honor, cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes de la República, proteger y defender su independencia, respetar los derechos y las libertades de los ciudadanos y ciudadanas y cumplir fielmente los deberes de mi cargo”. (Juramento el o la Presidente y el o la Vicepresidente de la República antes de entrar en funciones).
Quiero dedicar esta entrega a tratar someramente un tema de una gran trascendencia para la humanidad; que se ha mantenido ligada a ella desde los mismos orígenes del mundo. Mi propósito es reflexionar sobre el honor, cuya ausencia en nuestro medio ha sido causante de muchas de nuestras miserias, falencias y de la grave enfermedad moral que padece nuestra sociedad.
Posiblemente nadie nos pueda dar una definición satisfactoria de lo que es el honor, pero sí cualquiera sabe lo que esa palabra significa y las consecuencias que se derivan de atentar en su contra.
Sobre el honor quiero narrar el pasaje de Borges de su Historia Universal de la Infamia, recordado por Joaquín Navarro, en el que, ante la deshonrosa conducta de un gran hombre, sus comilitones le entregaron una espada para facilitarle una muerte honorable.
«En vano propusieron este decoro a su ánimo servil. Era varón inaccesible al honor. Tuvieron que degollarlo al amanecer”.
Pero ¿qué es el honor? Según José Augusto Trinidad Martínez Ruiz, (Azorín), el honor varía según las latitudes, las regiones, los tiempos, las clases sociales, la luz solar o las sombras de las noches, la soledad o la compañía, el amor, la elocuencia, la temperatura y el alcohol.
El mismo Azorín, quien escribiera El Político, su muy conocida obra entre nuestros políticos, muchos de los cuales la tienen como libro de cabecera, dice en una parte de la misma, a quién cito más por la forma irónica, sarcástica y socarrona con que nos lleva por un pequeño paseo por la historia de la humanidad, que por la manera en que termina, tomo de esa obra su Epílogo Futurista.
Se trata de un diálogo entre el alumno y el maestro que está terminando de escribir su obra magna denominada La Prehistoria, donde se describe que el período de la electricidad constituye el último estado del hombre primitivo, y a partir de donde comienza la era del verdadero hombre civilizado.
Luego del maestro ir narrando la forma en que vivían esos seres extraños que nos han precedido a nosotros y que han usufructuado el planeta, explicándole lo que eran las ciudades, los pobres, las fábricas, el jornal, las monedas, la cárcel y los fusiles; en la parte final, cuando el maestro le dice al alumno que le daba su palabra de honor sobre todo lo dicho, este le pregunta qué era el honor, a lo que el maestro contestó lo siguiente:
“-Perdone usted, ésta es mi obsesión actual; éste es el punto flaco de mi libro; ésta es mi profunda contrariedad. He repetido instintivamente una palabra que he visto desparramada con profusión en los documentos de la época y cuyo sentido no he llegado a alcanzar. Le he explicado a usted lo que eran las ciudades, los pobres, las fábricas, el jornal, las monedas, la cárcel y los fusiles; pero no puedo explicarle a usted lo que era el honor.-”
“-Tal vez ésta era la cosa que más locuras y disparates hacía cometer a los hombres. A lo que el maestro contestó: “Es posible”.
Independientemente del criterio que Azorín tenía sobre el honor, lo cierto es que es una palabra tan abstracta como comprometedora, aunque fonéticamente agradable, pero de muy difícil explicación. Muchas guerras se han librado; muchos amores se han desvanecido; muchas cruces cubren los cementerios; muchas ciudades se han destruido; muchas sociedades se han descompuesto; muchos han ofrendado sus vidas batiéndose en un duelo por honor; muchas amistades se han roto, y todo por su culpa.
En torno a su nombre se ha construido un campo, el Campo del Honor, donde han quedado sembrados para la historia más de un gran hombre, lavándose con sangre el honor mancillado. Hasta un código lleva su nombre, el Código de Honor.
Conceptualmente el honor se asocia a dignidad, al buen nombre a la intimidad y a la propia imagen. Es así como el artículo 44 de la Constitución dominicana reconoce el honor a la persona como un derecho fundamental, al consagrar que “Toda persona tiene derecho a la intimidad. Se garantiza el respeto y la no injerencia en la vida privada, familiar, el domicilio y la correspondencia del individuo. Se reconoce el derecho al honor, al buen nombre y a la propia imagen. Toda autoridad o particular que los viole está obligado a resarcirlos o repararlos conforme a la ley…”
Y el artículo 49 de la Carta Magna, luego de expresar como un principio general que toda persona tiene derecho a expresar libremente sus pensamientos, ideas y opiniones, por cualquier medio, sin que pueda establecerse censura previa, dispone en su Párrafo que todas esas libertades se ejercerán respetando al honor, entre otros derechos. Textualmente ese párrafo dispone que “El disfrute de estas libertades se ejercerá respetando el derecho al honor, a la intimidad, así como a la dignidad y la moral de las personas, en especial la protección de la juventud y de la infancia, de conformidad con la ley y el orden público”.
Por su parte el artículo 127 obliga al Presidente y al Vicepresidente de la República electos, antes de entrar en funciones, prestar el juramento de jurar por su honor. Esa disposición constitucional está concebida de la manera siguiente: Artículo 127.- Juramento. El o la Presidente y el o la Vicepresidente de la República electos, antes de entrar en funciones, prestarán ante la Asamblea Nacional, el siguiente juramento: “Juro ante Dios y ante el pueblo, por la Patria y por mi honor, cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes de la República, proteger y defender su independencia, respetar los derechos y las libertades de los ciudadanos y ciudadanas y cumplir fielmente los deberes de mi cargo”.
Lo cierto es que el honor no solamente es una expresión. Es una forma de comportamiento a la que todos los seres humanos de una manera u otra hemos tenido que recurrir en un momento determinado de nuestra vida.
Constituye realmente una afrenta cuando a una persona se le dice que carece de honor. Pero todavía es peor cuando una persona hace un juramento comprometiendo su honor y ese juramento es por ella violado.
Posiblemente nadie nos pueda dar una definición satisfactoria de lo que es el honor, pero sí cualquiera sabe lo que esa palabra significa y las consecuencias que se derivan de atentar en su contra.
Sobre el honor quiero narrar el pasaje de Borges de su Historia Universal de la Infamia, recordado por Joaquín Navarro, en el que, ante la deshonrosa conducta de un gran hombre, sus comilitones le entregaron una espada para facilitarle una muerte honorable.
«En vano propusieron este decoro a su ánimo servil. Era varón inaccesible al honor. Tuvieron que degollarlo al amanecer”.
Pero ¿qué es el honor? Según José Augusto Trinidad Martínez Ruiz, (Azorín), el honor varía según las latitudes, las regiones, los tiempos, las clases sociales, la luz solar o las sombras de las noches, la soledad o la compañía, el amor, la elocuencia, la temperatura y el alcohol.
El mismo Azorín, quien escribiera El Político, su muy conocida obra entre nuestros políticos, muchos de los cuales la tienen como libro de cabecera, dice en una parte de la misma, a quién cito más por la forma irónica, sarcástica y socarrona con que nos lleva por un pequeño paseo por la historia de la humanidad, que por la manera en que termina, tomo de esa obra su Epílogo Futurista.
Se trata de un diálogo entre el alumno y el maestro que está terminando de escribir su obra magna denominada La Prehistoria, donde se describe que el período de la electricidad constituye el último estado del hombre primitivo, y a partir de donde comienza la era del verdadero hombre civilizado.
Luego del maestro ir narrando la forma en que vivían esos seres extraños que nos han precedido a nosotros y que han usufructuado el planeta, explicándole lo que eran las ciudades, los pobres, las fábricas, el jornal, las monedas, la cárcel y los fusiles; en la parte final, cuando el maestro le dice al alumno que le daba su palabra de honor sobre todo lo dicho, este le pregunta qué era el honor, a lo que el maestro contestó lo siguiente:
“-Perdone usted, ésta es mi obsesión actual; éste es el punto flaco de mi libro; ésta es mi profunda contrariedad. He repetido instintivamente una palabra que he visto desparramada con profusión en los documentos de la época y cuyo sentido no he llegado a alcanzar. Le he explicado a usted lo que eran las ciudades, los pobres, las fábricas, el jornal, las monedas, la cárcel y los fusiles; pero no puedo explicarle a usted lo que era el honor.-”
“-Tal vez ésta era la cosa que más locuras y disparates hacía cometer a los hombres. A lo que el maestro contestó: “Es posible”.
Independientemente del criterio que Azorín tenía sobre el honor, lo cierto es que es una palabra tan abstracta como comprometedora, aunque fonéticamente agradable, pero de muy difícil explicación. Muchas guerras se han librado; muchos amores se han desvanecido; muchas cruces cubren los cementerios; muchas ciudades se han destruido; muchas sociedades se han descompuesto; muchos han ofrendado sus vidas batiéndose en un duelo por honor; muchas amistades se han roto, y todo por su culpa.
En torno a su nombre se ha construido un campo, el Campo del Honor, donde han quedado sembrados para la historia más de un gran hombre, lavándose con sangre el honor mancillado. Hasta un código lleva su nombre, el Código de Honor.
Conceptualmente el honor se asocia a dignidad, al buen nombre a la intimidad y a la propia imagen. Es así como el artículo 44 de la Constitución dominicana reconoce el honor a la persona como un derecho fundamental, al consagrar que “Toda persona tiene derecho a la intimidad. Se garantiza el respeto y la no injerencia en la vida privada, familiar, el domicilio y la correspondencia del individuo. Se reconoce el derecho al honor, al buen nombre y a la propia imagen. Toda autoridad o particular que los viole está obligado a resarcirlos o repararlos conforme a la ley…”
Y el artículo 49 de la Carta Magna, luego de expresar como un principio general que toda persona tiene derecho a expresar libremente sus pensamientos, ideas y opiniones, por cualquier medio, sin que pueda establecerse censura previa, dispone en su Párrafo que todas esas libertades se ejercerán respetando al honor, entre otros derechos. Textualmente ese párrafo dispone que “El disfrute de estas libertades se ejercerá respetando el derecho al honor, a la intimidad, así como a la dignidad y la moral de las personas, en especial la protección de la juventud y de la infancia, de conformidad con la ley y el orden público”.
Por su parte el artículo 127 obliga al Presidente y al Vicepresidente de la República electos, antes de entrar en funciones, prestar el juramento de jurar por su honor. Esa disposición constitucional está concebida de la manera siguiente: Artículo 127.- Juramento. El o la Presidente y el o la Vicepresidente de la República electos, antes de entrar en funciones, prestarán ante la Asamblea Nacional, el siguiente juramento: “Juro ante Dios y ante el pueblo, por la Patria y por mi honor, cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes de la República, proteger y defender su independencia, respetar los derechos y las libertades de los ciudadanos y ciudadanas y cumplir fielmente los deberes de mi cargo”.
Lo cierto es que el honor no solamente es una expresión. Es una forma de comportamiento a la que todos los seres humanos de una manera u otra hemos tenido que recurrir en un momento determinado de nuestra vida.
Constituye realmente una afrenta cuando a una persona se le dice que carece de honor. Pero todavía es peor cuando una persona hace un juramento comprometiendo su honor y ese juramento es por ella violado.
Excelente discurso, Dr. Subero, aprovecho para augurarle exitos en sus nuevos proyectos sobre asesoria juridica.
Un saludo afectuoso,
Indhira