Una de las personas que le dio prestigio a la Suprema Corte de Justicia designada el 3 de agosto de 1997 fue don Hugo Álvarez Valencia. Su respetable figura, avalada por una trayectoria de lucha no solamente en los tribunales, sino contra la tiranía trujillista, insufló a la nueva corte una savia de la que el país entero se benefició.

Magistrado honorable, serio, honesto, honrado, valiente y dotado de grandes conocimientos del derecho, dio algo más de catorce años de su vida a lo que entonces era el máximo tribunal de la República, dejando una impronta que el tiempo en vez de borrarla la mantendrá como una llama votiva. Lo conocí mucho tiempo antes de llegar a la Suprema Corte de Justicia, pues los dos éramos abogados defensores de entidades aseguradoras y siempre nos tratamos con respeto y cariño mutuo.

En tiempos difíciles para la judicatura nacional se mantuvo sereno, implacable en la aplicación de la ley, sin recibir las presiones a que fue motivo en ocasión de ser el presidente de la Cámara Penal de la Suprema Corte de Justicia, competente para conocer los casos penales. En un caso que fue muy sonado en su época, donde había poderosas personas vinculadas con el poder político y económico, me dijo que estaba recibiendo muchas presiones de esas personas, pero que él, que no le tuvo miedo a Trujillo, no iba ceder a esas presiones. ¡Así fue!, y él y los demás jueces de su cámara actuaron como era debido. Fue quien presidió el primer juicio de extradición judicial que se produjo en el país tras la puesta en vigencia del Código Procesal Penal. Nunca le tembló el pulso para firmar sentencias, muchas de las cuales ponía en peligro la vida suya y de su familia. ¡Era un hombre y juez valiente!

Cuando cumplió cincuenta años de casados con su adorada doña Eunice, me dijo que esperaba que yo lo emulara en mi matrimonio con doña Francia; lamentablemente él no esperó a que yo cumpliera mi promesa, pues partió antes, pero yo no pretendo defraudarlo.

Don Hugo no fue un compañero de trabajo, fue un consejero perspicaz, sereno e inteligente, de quien siempre en momentos difíciles encontré una opinión certera. Fue un amigo verdadero y sincero. Siempre estaba dispuesto para el trabajo, sin importar que estuviese en vacaciones. Me decía que yo lo había sacado de casi todos los arroyos, ríos y montañas, pues era un trotamundos, para que asistiera a su trabajo cuando carecíamos de cuórum o cuando había que tomar una decisión muy importante.

Luego de su salida de la Suprema Corte de Justicia nos mantuvimos en contacto y con él su inolvidable esposa doña Eunice, mujer que lo acompañó hasta el final, compartiendo sus alegrías y sus tristezas.

El país ha perdido uno de sus sólidos pilares de moralidad, ética y servicios. Don Hugo fue un hombre serio, justo, en fin, un hombre bueno. Descanse en paz, amigo mío.

¡Dios lo acoja en su santo seno!

Dr. Jorge A. Subero Isa.

Palabras pronunciadas por el Dr. Jorge A. Subero Isa el 16 de marzo de 2022 en ocasión de la misa de cuerpo presente en la Catedral de la Inmaculada Concepción, La Vega, República Dominicana.

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