Muchas veces el éxito en la vida está en la capacidad que se tiene de esperar. El mango que se madura con el paso del tiempo es más sabroso que el que se madura artificialmente con carburo.
Hoy deseo abordar un tema que desde el origen de la humanidad ha sido objeto de grandes preocupaciones y que de una u otra manera de repente nos asalta, lacerando nuestro espíritu y cubriéndonos con la sombra de la angustia. Me refiero a la impaciencia derivada de las adversidades que sufrimos en nuestra vida, para la cual el único antídoto existente es la paciencia.
Para mí la paciencia no solamente es la capacidad que tenemos de esperar, sino además, paciencia es la capacidad de tener la esperanza de que se produzca el acontecimiento deseado o esperado que ponga término a nuestras adversidades.
De las personas que están en contacto directo con la naturaleza tienen mucho que aprender aquellos que solamente recuerdan su existencia cuando las condiciones climatológicas no les son favorables. Un ejemplo lo encontramos en el hombre del campo, que por más esfuerzo que haga en aras de que sus cosechas se adelanten, quizás para aprovechar los buenos precios que determinados productos puedan tener en el mercado en un momento dado, el ciclo de producción establecido por la naturaleza no puede romperse en su provecho. Tienen paciencia y se sobreponen a las adversidades.
Como ejemplo de paciencia e integridad contra las adversidades siempre tomamos como ejemplo al personaje bíblico Job. No voy a referirme al Job de que nos habla José Saramago en su obra Caín y a quien el autor le atribuye ser dueño de “siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas juntas de bueyes y quinientas burras” y que sufriera en persona y bienes todas las calamidades.
Prefiero recurrir a la versión que nos ofrece el ex presidente del Tribunal Supremo de Justicia de Puerto Rico, José Trías Monge, quien en un discurso de graduación ante el Centro Caribeño de Estudios Postgraduados, pronunciado el 30 de mayo de 1982, textualmente nos dice:
“La Biblia relata que “Hubo en tierra de Uz un varón llamado Job; y era este hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal”. (Job 1, 1) Job poseía una vasta hacienda y vivía feliz con su esposa y numerosos hijos. Un día Satanás le dijo a Jehová, quien le había hablado de las bondades de su siervo Job:
“…Al trabajo de sus manos has dado bendición; por tanto, sus bienes han aumentado sobre la tierra.
“Pero extiende ahora tu mano y toca todo lo que tiene, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia.” (Job 1, 10-11).
Y llovieron sobre Job calamidades. Todos sus bienes de fortuna le fueron arrebatados. Perecieron sus siete hijos y tres hijas. Y Job rasgó su manto, rasuró su cabeza, se postró en tierra y dijo:
“…Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito.” (JOB 1, 20).
Y Satanás le expresó a Jehová:
“…Piel por piel, todo lo que el hombre tiene dará por su vida. “Pero extiende ahora tu mano, y toca su hueso y su carne, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia.” (JOB 2, 4-5).
Y Jehová permitió que Satanás hiriera a Job con una enfermedad maligna, aunque no mortal. Y grande fue la desventura de Job, ancho su desaliento, honda su incomprensión, viva su queja. Más al cabo Job comprendió y dijo a Jehová:
“Yo conozco que todo lo puedes,
Y que no hay pensamiento que se esconda de ti.
¿Quién es el que oscurece el consejo sin entendimiento?
Por tanto, yo hablaba lo que no entendía;
Cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no comprendía.
Oye, te ruego, y hablaré;
Te preguntaré, y tú me enseñarás.
De oídas te había oído;
Más ahora mis ojos te ven.
Por tanto, me aborrezco,
Y me arrepiento en polvo y ceniza.” (Job 42, 2-6).
Y Jehová libró a Job de sus aflicciones, restauró y duplicó su antigua prosperidad, le dio nuevos hijos, bendijo su nuevo estado.
La historia de Job repercute a través de los siglos. La adversidad acecha a los seres humanos y a los pueblos. ¿Nos asistirán la paciencia y la integridad de Job?”.
Finalmente, de la experiencia de Job quiero llamar la atención en el sentido de que no solamente tuvo paciencia y con su integridad se impuso a todas las adversidades, sino que nos enseña el compromiso que se asume cuando se empeña la palabra. Job le juró lealtad a Dios, y hasta el final lo cumplió.
Job fue un hombre paciente en la respuesta del SEÑOR ETERNO.