La muerte de Luis Paulino Mora Mora
Reunión del Consejo Judicial Centroamericano- Panamá- 2 Sept 2011 |
Como él no ocupaba todavía la presidencia de la Corte Suprema de Justicia no asistió a las Cumbres Judiciales que se celebraron en Caracas, Venezuela, en los años 1998 y 1999, ambas celebradas durante la gestión como presidenta de la magistrada Cecilia Sosa, siendo presidente de la República en la primera ocasión Rafael Caldera y en la segunda Hugo Chávez, por lo tanto en esa ocasión no fue cuando nos conocimos.
Pero en el mismo año 1999 cuando ya había sido designado en la posición que ocupara durante catorce años, en un vuelo desde Los Ángeles, Estados Unidos de América, a Taipéi, China y a más de 35 mil pies de alturas el juez presidente de la Suprema Corte de Justicia de la República Oriental de Uruguay, Raúl Alonso de Marco, me lo presentó. Ese viaje se originó por una invitación especial del gobierno de ese país a presidentes de cortes supremas de justicia de algunos países del área de América Latina con los cuales existían relaciones diplomáticas, aprovechando una gran conferencia mundial de magistrados que se estaba celebrando en Taipei, para conocer el sistema judicial de ese país asiático.
Recuerdo perfectamente que entre los invitados de nuestro continente se encontraban Raúl Alonso de Marco y esposa, presidente de la Suprema Corte de Justicia de la República Oriental de Uruguay; Arturo Hoyos y su esposa, presidente de la Corte Suprema de Justicia de Panamá; Oscar Armando Ávila Banegas y su esposa, presidente de la Corte Suprema de Justicia de Honduras; Luis Paulino Mora Mora y esposa, presidente de la Corte Suprema de Corte de Justicia de Costa Rica, y mi esposa Francia y yo. En Taipéi se inició entre todos una gran amistad y espíritu de compañerismo y cooperación que solamente desapareció en la medida en que físicamente iban despareciendo. Primero se nos fue Oscar Ávila, quien falleció trágicamente en un accidente de helicóptero, cuando todavía ocupaba la presidencia de la Corte; luego partió Raúl Alonso, unos años después, y ahora se nos va Luis Paulino, único de aquellos presidentes que todavía ocupaba la posición con la cual representó a su país en el año 1999, pues yo había abandonado la posición el 28 de diciembre del año 2011, luego de haber permanecido en ella desde el 3 de agosto de 1997.
De esos cinco presidentes de cortes que estuvimos en Taipei en el año 1999 fue con Luis Paulino con quien más vínculos sostuve, no solamente por los largos años que ambos estuvimos ocupando las presidencias de los respetivos tribunales, sino porque existía una comunidad de ideas, intereses y compromiso y un ideal compartido de justicia para nuestros países.
Ese viaje a Taiwán y la forma como nos conocimos Luis Paulino lo comentaba al prologar en el año 2006 mi libro La Nueva Terminología Procesal Penal Dominicana, prólogo que me pidió que lo dejara escribir porque quería aprovechar para hacer algunas consideraciones sobre la reforma procesal penal en América Latina.
Al prologar la referida obra dijo en uno de sus párrafos: “En segundo lugar, y esto de alguna manera resulta de mayor importancia para mí, como jurista extranjero, la obra resulta valiosa pues refleja el esfuerzo por contribuir de una manera concreta y efectiva al necesario cambio de paradigma con el que los órganos judiciales iberoamericanos se han comprometido en los últimos años, en apego a un renovado espíritu democrático en la región. Me refiero en particular a la visión que asume el rescate y protección de la dignidad de la persona como el eje fundamental de la democracia como sistema político, ello en seguimiento de los pasos que se han dado en la historia, desde el Bill of Rights norteamericano y la Declaración de Derechos y Deberes del Hombre, a la Carta de Naciones Unidas, y que testimonia las aspiraciones históricas de la humanidad en pro de la dignidad y libertad del ser humano”.
Su obra y pensamiento jurídico se encuentra diseminado por todo el territorio iberoamericano. Fue un visionario del Derecho, innovador, emprendedor, pero sobre todas las cosas comprometido con la independencia de los poderes judiciales. Sentía gran preocupación por la opinión que sus conciudadanos tenían de la administración de justicia, lo que lo llevó a tener un programa de radio del Poder Judicial, en el cual intercambiaba con los ciudadanos sobre sus inquietudes. Tuve la fortuna de participar en ese programa, donde en vivo se respondía las interrogantes de los oyentes.
Su preocupación por los derechos humanos fue un tema recurrente en él, y no había un cónclave internacional en que su figura no fuera de suma importancia por sus valiosos aportes, y siempre dispuesto a poner al servicio de los demás poderes judiciales su propia experiencia, así como la de su país. No fue mezquino en ofrecer y dar a los demás sus conocimientos.
Tengo aún muy fresca en mi memoria el intercambio que sostuvimos a consecuencia de los problemas surgidos con el magistrado Cruz Castro. Los reproduzco para conocimiento.
“Mi hermano Luis Paulino:
He visto en la prensa de tu país tus valientes declaraciones en torno a la destitución del magistrado Cruz Castro. Realmente reflejan la realidad que estamos viviendo nuestros países. Cuando los políticos no dejan espacios para dirimir con éxitos los conflictos sociales, solamente los tribunales pueden resolverlos.
Me identifico plenamente con lo expresado por ti. Desde hace un par de años he venido pregonando que en la justicia de nuestros pueblos se está produciendo un proceso de involución.
Espero que te encuentres bien de salud junto a la querida Nora y a hijos y nietos.
Francia y yo tenemos deseos de verlos pronto y compartir. Abrazos.
JASI”
A este correo él me escribió lo siguiente:
“Hola Jorge:
Dichosamente salimos bien librados de la difícil situación por la que pasamos.
La clase política en todos los países se resiste a que sus acciones sean juzgadas por los poderes judiciales independientes.
Dichosamente sí me encuentro muy bien de salud y ya plenamente recuperado de la operación.
Nosotros también tenemos muchas ganas de verles, siempre nos hacen mucha falta en las reuniones en que participamos.
Un fuerte abrazo para vos, Francia y el resto de la familia.
Luis P. Mora Mora. Alajuela, Costa Rica”.
Le contesté, lo siguiente:
“¡Hola mi hermano!
¡Que bueno que hayan salido bien! Estuve muy preocupado por tu salud, pues sé que esos problemas inciden sobre uno. Besos y abrazos a Nora. Francia les envía saludos.
JASI”.
Junto a Federico Hernández Denton, Presidente del Tribunal Supremo de Puerto Rico, formamos los tres un triángulo de amigos que teníamos un propósito común: contribuir con la independencia de los poderes judiciales de nuestros países.
El magistrado Mora Mora nos deja un gran vacío para todos. No sólo Costa Rica pierde un gran juez, un gran hombre, un gran ciudadano, pero sobre todas las cosas pierde un gran padre y esposo.
Estuvo ligado al Poder Judicial dominicano, como él mismo reconoce en el precitado prólogo cuando nos dice: “El destino me ha permitido visitar muchas veces República Dominicana, desde 1991 cuando lo hice por primera vez, siendo Presidente de la Corte el Dr. Néstor Contín Aybar; he tenido amistad con don Manuel Bergés Chupani quien fuera también Presidente de la Corte dominicana después y antes de don Néstor, y me tocó en suerte tener como alumnos a varios estudiantes dominicanos en el post grado de la Universidad de Costa Rica, ello me ha permitido conocer de alguna manera la justicia dominicana, conocer algunos de sus problemas y ofrecer propuestas para su solución; por ello sumé esfuerzos a los de Jorge para que el movimiento iniciado por él para mejorar esa justicia pudiera encontrar los alientos necesarios para hacerla más confiable, más accesible, más comprensible, efectivamente garantista de los derechos del ciudadano, en fin más democrática”.
Durante todo el tiempo que permanecí al frente del Poder Judicial dominicano nos ofreció todo su apoyo tanto para la implementación de la carrera judicial, como de la defensa pública y su pasión por la tecnología aplicada a la administración de justicia nos fue transmitida hasta el punto de que nuestro Poder Judicial podía competir en esa materia con los más avanzados del continente, a través de las ferias de tecnologías que celebrábamos conjuntamente con las cumbres judiciales.
No quiero terminar sin manifestar con dejo de tristeza que me dejó solo en una tarea que habíamos proyectado para cuando él dejara la presidencia de la Corte, que era una oficina internacional de consultoría. Su muerte frustró ese propósito. Pero peor aún, hoy me encuentro sin la presencia de un entrañable y querido amigo, y hermano.
La toga judicial de Iberoamérica se ha teñido con un negro más intenso que el tradicional. Ella se encuentra enlutecida por la muerte de uno de sus más sobresalientes portadores, quien lo hizo con dignidad, integridad y probidad sin par. Intransigente con los principios y con la independencia de los jueces.
Iberoamérica pierde uno de sus más consagrados juristas. Nora, su eterna compañera, sabrá encontrar consolación recordando las buenas obras que él sembró, y cobijarse en la sombra que proyecta ese gran árbol de la dignidad que fue su marido.
¡Hoy la toga de la justicia tiene un color más negro que nunca! ¡Nuestros corazones están de luto!